domingo, 10 de enero de 2016

Seamos niños, creamos en el poder de la humanidad

Yo cuando era una niña pensaba que nada era imposible. Creía en la solidaridad imperiosa del ser humano y me parecía que todo problema tenía una solución. Era creyente de los finales felices y los que no lo eran los cambiaba en mi cabeza. Porque el ser humano para mí tenía una capacidad de acción similar a la de un súper héroe y no concebía la posibilidad de que no la usase. Es algo absurdo, ¿quién sabe volar y no lo usa?

Con los años me fue llegando el jarro de agua fría que premonizaban los adultos a los que exponía mis ideas, pero no de una manera brusca, más bien parecía una regadera de agua fina. Ellos llamaban a esa agua fría "baño de realidad", pero no era cierto, eso es simple y llanamente pereza. Pero pereza adulta, que casi puede estar escrita en mayúsculas de lo grande que puede llegar a ser.
La única islita de esperanza infantil que conservaba era gracias a mi profesión: soy maestra y cada día me tengo que "enfrentar" a miradas llenas de ilusión, esperanza y fe. Fe en el ser humano ¡a tope! Miradas que observan y esperan de mí lo mismo. Y yo que soy el espejo en el que se miran, uno de sus referentes, ¿no pensaba hacer nada? Poco a poco fueron vaciando el agua de la pereza de mi interior a cucharaditas pequeñas y empecé a ver la realidad. 

Se puede hacer y mucho. Pero de nosotros depende de si queremos o no hacerlo, existen muchas posibilidades de acción y muchas excusas para no hacer nada. ¿Qué camino elegimos? 

Decidí volver a ser niña, volver al mundo de los ojos llenos de esperanza e ilusión, volver al mundo de las posibilidades. Porque es mi deber, mi necesidad, porque si no lo hicera defraudaría muchísimo a la niña que hay en mí y que mira con admiración a una adulta  ideal a la que cuesta muchísimo parecerse. Una adulta que haría lo que fuera por unos niños que han perdido la esperanza en los sueños. Niños a los que les han robado la infancia, esa infancia que confía, que espera, que tiene fe. 

Actuemos como niños, sintamos como niños, luchemos como ellos. Porque no hay límites, los límites nos los ponemos nosotros mismos. Reflexionemos ¿qué haríamos si fuéramos niños?