Cuenta la mitología griega que en la ciudad mediterránea de Tiro
nació la mujer más bella que jamás pisó la tierra: Europa. Su
padre, el rey Agenor, quiso protegerla hasta encontrarle un verdadero
príncipe azul. Europa solo tenía permitido relacionarse con
mujeres. Ningún hombre podía acercarse a la chica. Ni siquiera
contemplarla desde lejos. Pero nada escapaba al escrutinio de los
dioses.
Europa llamó la atención del gran Zeus. Quizá era su belleza, o su
inocencia, o la prohibición de Agenor… El caso es que Zeus se
encaprichó de la muchacha y estaba decidido a hacerla suya. Con tal
propósito urdió su plan.
Una mañana apareció en el campo un precioso toro blanco. Era manso
y su pelo aterciopelado invitaba a acariciarlo. Europa paseaba por el campo cuando se cruzó en su camino el curioso
animal. Atrevida como era, rápidamente mostró simpatía por el
toro. No podía imaginar que era el mismísimo Zeus, trasmutado para
que el padre de la chica no acechara. Ciego de lívido por las
carantoñas de Europa, el toro atrapó a la joven mujer y corrió con
ella. No paró hasta llegar a Creta, donde la mantuvo cautiva y dio a
luz tres hijos.
¿Quién podría pensar que en el año 2016 el mito de Europa se iba
a convertir en realidad? No es una chica guapa. Nuestra Europa es un
sueño sobre el que empezamos a construir un futuro común allá por
los noventa. Convivencia, solidaridad o paz son algunas de las
palabras que definían ese bello ideal. Una ilusión raptada por el
Zeus moderno, que dista poco del dios griego. Ambos se definen por
una carencia de humanidad, por la indolencia ante el sufrimiento
ajeno. Jamás baja de su pedestal. Nunca cede privilegios, ¿reconoces
estos rasgos? Eso sí, todo se hace desde la diplomacia sutil del
toro blanco... Y también hoy son las islas griegas las que
evidencian a golpe de naufragio que Europa, la que soñamos tan
bella, ya no está.