No sé si Gabriel
Celaya pensó simplemente en la labor del educador o el valor de la “Educación”
cuando compuso su poema Educar; pero
viendo las imágenes, a las que tristemente nos estamos acostumbrando en los
últimos meses, las preguntas que le haría al poeta se aglutinan en mi cabeza. ¿Cómo
educamos ante la impasibilidad? ¿Cómo nos convertimos en abanderados de
valores? Por eso, mi contribución no es ninguna de las actividades que
desarrollamos en clase, ni una propuesta metodológica; sino una simple reflexión
de una profesora, de una docente, de una persona, que se queda sin herramientas
para explicar tanta locura.
Educar es lo mismo
que poner motor a una barca…
hay que medir, pesar, equilibrar…
… y poner todo en marcha.

Para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia
concentrada.

Pero es consolador soñar
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño
irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera
enarbolada.
Me quedo con este
sueño, con iniciativas como la de Maestros con los niños de Siria, que
nos permite ver en nuestra profesión una manera de hacer de este mundo algo
mejor. De nada sirve que seamos especialistas en Matemáticas, Historia, Lengua
si se nos olvida nuestro papel fundamental: Educar; educar con una bandera sin
colores, ni fronteras, con nuestras
diferencias y nuestras similitudes, con sensibilidad, con razón… Esas
personas que tenemos cada día frente a nosotros son el futuro, los que
aprenderán de nuestros errores, los que un día recordarán que su profesor intentó explicarle cómo la locura puede destruir vidas, puede hundir barcos.
María P. Rodríguez
@Mara_RN
Imágenes: http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/fotos-que-haran-entender-drama-humanitario-los-refugiados-sirios-4452020