sábado, 16 de enero de 2016

La sonrisa del desierto

Aquel día, mientras vagaba por el desierto, en pos quizá de la belleza, sentí una gran emoción al contemplar la mirada de un niño, tras la que intuí la quietud temporal, la serenidad, y ese espacio infinito que se oculta tras las dunas. El niño me devolvió la mirada con una sonrisa, que me colmó de felicidad, mientras su hermana se ocupaba en revisar su bicicleta. Entonces, comprendí que basta una sonrisa para que los humanos nos reconozcamos allá donde vamos. Ni siquiera necesitamos palabras. Una mirada risueña, cálida y cercana, fue suficiente.