jueves, 14 de enero de 2016

Aquí me siento bien: Esta también es mi casa - Manejo Emocional del Niño Migrante tras el Viaje Migratorio

1º Premio Nacional Fundación Mapfre de Innovación Educativa 2014.

Desde mi niñez más temprana, recuerdo las conversaciones de mis padres a la mesa, conversando sobre sus años de emigrantes en Suiza. Fueron emigrantes de aquellos de los 60, cuando España sufría tal crisis que salir del país se presentaba como la única solución posible. Con apenas unos estudios básicos y con un absoluto desconocimiento del mundo, se instalaron en Berna, la capital, donde permanecieron durante 14 años. Allí nací yo. Solamente estuve 3 años, los suficientes como para que mi memoria recordara imágenes, olores e incluso sabores en mis posteriores viajes a la tierra alpina que me vio nacer.


Las emociones que describe el director de cine Carlos Iglesias en su película “Un franco 14 pesetas” (2006), calcan a la perfección las diferencias que, ya hace años, existían en países europeos con respecto a la acogida del migrante. Me sobrecogen las descripciones de mi padre con respecto al primer día de escuela de mi hermana: era el propio “patrón” quién acompañaba a mis padres a llevarla en aquella jornada tan importante de su vida; les presentaba a la maestra  del “kindergarten” y les animaba en el acto de cortar el lazo emocional con su hija en un país desconocido para ellos.

A lo largo de vida laboral como maestra de Pedagogía Terapéutica en el Colegio Virgen de la Peña (Bembibre), mi contacto con los niños migrantes ha sido constante. Zona minera por excelencia -ahora en decadencia-, y receptora de extranjeros en pos de la misma fortuna que años atrás muchos españoles, he podido observar las conductas y procesos de adaptación que muestran estas familias. La gran mayoría de origen árabe, casi siempre separados del padre durante los primeros años de acomodación, y posteriormente familias reagrupadas con esposas e hijos. Las dudas han estado desde siempre:

¿Imaginas lo que siente un niño cuando deja su país? ¿Se les pregunta con frecuencia qué es lo que sienten?, ¿Cómo se sintieron cuando dejaron atrás amigos, familia, paisajes, recuerdos…? ¿Se les pregunta acaso, qué sintieron cuando llegaron, quién les ayudó, cómo resolvieron sus conflictos emocionales, o tan siquiera, si los han superado? ¿O acaso con frecuencia el profesor de música, les sugiere que entone una melodía de su país de origen y que explique lo que ensalza? ¿Se procura cada día facilitar sus niveles de integración en el aula, pidiéndoles que ejemplifiquen aquel concepto del que se está hablando, para ampliar el punto de vista de sus compañeros, o simplemente para que se sientan importantes? ¿O quizás se les da la oportunidad, en los centros católicos, de entonar una oración a Alá, -al igual que él escucha nuestras oraciones a Dios-, en pos del respeto, la tolerancia y la apertura a otras culturas y religiones?

A emociones y sentimientos provocados en los niños y familias por el hecho migratorio, el duelo que genera -Síndrome de Ulises-, el manejo de la llegada y la adaptación socioemocional al nuevo entorno y al centro, la situación socioeconómica inestable a la que se enfrentan, la falta de redes sociales de apoyo… Se les añade todo lo relativo al ámbito curricular. Por si fuera poco, los niños han de sacar aun mas fuerzas para poder enfrentarse a un sistema educativo, sobre el que los organismos oficiales y el estado teoriza maravillas sobre la educación individualizada y adaptada, donde justifican sus decretos y decisiones con teorías educativas como programas de apoyo, niveles de desarrollo integral, motivación, inmersión lingüística, etc., para luego contradecirse conduciendo a estos pequeños a hundirse en la frustración y en la desmotivación hacia todo lo escolar por medio de pruebas del mismo nivel que su grupo de edad, mismo temario, mismos libros de texto… Esto no es acogida. Ni siquiera humanidad.

Toda esta situación que describo fue el campo de cultivo para desarrollar un proyecto que resultó ganador del 1º Premio Nacional de Innovación Educativa de la Fundación Mapfre 2014, “Recapacita”. El proyecto se encuadró bajo las directrices de teorías y pensadores de referencia en cuanto a las Inteligencias Múltiples (H. Gardner) y la Inteligencia Emocional (Goleman), el Trabajo Cooperativo (Johnson & Johnson), la terapia Racional Emotiva (A. Ellis), etc. Se pretendía que el alumno fuera capaz de detectar las cogniciones negativas que generaban sus emociones, para poder tornarlas positivas, analizando mediante trabajo cooperativo (con otros compañeros en la misma situación de recién llegados) los tres momentos de “su viaje”: la recepción de la noticia en el país de origen, el viaje en sí mismo, y la llegada y acogida al país (España).

Pudimos realizar actividades de todo tipo (de competencia matemática: calculando distancias, tiempos, manejando escalas...; de competencia lingüística: practicando en la adquisición de la lengua vehicular...; aprender a aprender, mediante el manejo de mapas mentales, etc.) y otras en las que incluso las familias participaron de forma muy colaboradora y agradecida. No solamente se analizaron emociones, sino que se plasmaron en “Diarios de viaje”, se compartieron pensamientos sobre los distintos objetos traídos del país de origen y las emociones suscitadas, se analizaron obras de pintores de la época modernista (con las que incluso aprendieron a poner nombre a aquello que sentían), relataron sus viajes, reímos, lloramos.

 

Creo que a estas alturas perciben su “viaje” de una forma muy distinta y gratificante.

Creo que es bueno que los maestros, esos que tantas horas pasamos a su lado, seamos más conscientes de esta certeza que yo tengo:

MIENTRAS ESTOS PEQUEÑOS NO TENGAN EL DUELO MIGRATORIO ELABORADO, RESULTA ABSURDO PRETENDER QUE SUS MENTES SE ABRAN AL CONOCIMIENTO TÁCITO.

A-C-O-J-A-M-O-S

Montse Alonso Álvarez
@monsealo