(Del lat. vacivĭtas, -ātis).
1. f. Necedad, sandez, simpleza.
2. f. ant. Cualidad de vacío.
Vaciedad. Eso es lo que me inspira la falta de preocupación ante la situación de Siria o de los miles de refugiados que campan o deambulan a cientos de kilómetros de nuestros confortables hogares.
Vaciedad que demuestran los medios de comunicación preocupados por crear noticias gracias a la indumentaria de los Reyes Magos.
Vaciedad por la importancia que damos al resultado de un partido de fútbol que puede llegar a amargar la semana de más de uno.
Vaciedad porque nos importa más la unidad o diferencias de una lengua y territorios que lo que sufre una familia como la nuestra.
Vaciedad por dedicar más recursos a proteger fronteras y banderas que a ayudar a los refugiados que han dejado sus lugares de nacimiento.
Todo me parece vacío. Somos capaces de rescatar a los bancos, subir los impuestos para cuadrar presupuestos y políticas, soportar la bajada de salarios, pagar por servicios que antes disfrutábamos gratuitamente o gastar luego lo indecible en cosas superfluas. ¿Y no somos capaces de ofrecer recursos para remediar el sufrimiento de miles de refugiados? ¿Deben las ONG u otros organismos internacionales estar suplicando continuamente aportaciones económicas?
¿No tendría sentido que nuestros gobernantes dedicaran más recursos a estas situaciones de emergencia? ¿No cabría una respuesta rápida y eficaz de las instituciones internacionales? ¿No podrían gestionar la recaudación de más fondos económicos por medios extraordinarios? ¿O debemos seguir conviviendo con las imágenes del telediario de turno mientras comemos?