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miércoles, 11 de mayo de 2016

¿Hay normas de seguridad en la destrucción?

Una pregunta curiosa de nuestro alumnado y que, como todas, merece una respuesta. Así que en 3º de primaria nos pusimos manos a la obra.

¿Cómo surgió la pregunta? A raíz de las crónicas diarias multimedia de Mikel Ayestaran (1975, Beasain). Seguimos a Mikel desde principios de año, es nuestra ventana a Oriente Medio y al conflicto de Siria.
Mikel 
 Sí y digo bien, es nuestro reportero en 3º de primaria (y en otros cursos del ciclo) sus fotografías y mensajes breves despiertan en las niñas y niños muchas preguntas y ganas de conocer. Esta foto que os mostramos, junto a otras sobre los bombardeos de hospitales y la casualidad de que en el centro escolar tuviésemos una zona en obras señalizada, rotulada, "avisada"... llena de escombros y restos de materiales hizo que el alumnado comparase escenarios.

Así que decidimos impartir la clase en la zona de escombrera del cole. Sin E.P.I.S ( de los que aprendimos sirven para protegernos y mantener nuestra seguridad SEGÚN LAS NORMAS). Cristales rotos, hierros, trozos de muros derruidos, amasijos de metales... No resultó un entorno muy agradable. Entendimos que los niños y niñas no pudieran acudir al colegio en esas condiciones.
Si hay normas de seguridad en las construcciones ¿por qué no las hay en la destrucción? Si hay UNES, ISOS, Decretos...
 ¿Por qué no hay lo mismo en las zonas de guerra? .
Estas son las cuestiones que se plantea mi alumnado. No está nada mal para sus 8 años.

martes, 10 de mayo de 2016

Patito busca... o el arte de contar historias para entender la realidad.

Acercar la realidad de los niños y niñas desplazados y refugiados del mundo a la del alumnado de primero de primaria podría parecer algo osado. Pero lo cierto es que éste acercamiento surgió de forma natural. Y queremos compartirlo con vosotros.
Hace un mes el artista, escritor y cuentacuentos afincado en Gijón, Paco Abril, gran amigo del centro, nos cedió su “Patito busca” una colección de imágenes en collage cuyo protagonista es un patito de goma.

Al desplegar sobre el suelo las imágenes con la intención de adentrarnos en “la magia de crear historias y de compartirlas” una llamó la atención de los niños. 
 “Es como los niños de la tele que cruzan el mar”. Y saltó la chispa y empezó la historia. Reproducimos aquí algunos fragmentos de este cuento colaborativo creado por los peques de primaria de La Corolla (Gijón). Ponemos a vuestra disposición, por gentileza del autor, todos los collages y la propuesta pedagógica que elaboramos para niños y niñas de entre 8 y 11 años. Ahora os dejamos con: Patito Busca.
Patito/a tiene que irse de casa y cruzar el mar porque le siguen unos señores malos que han puesto bombas en su casa y se pierde de sus papás.
Del mar lo saca otro pato-dinosaurio de otro país que se esfuerza mucho en ayudar y que ya ha sacado a muchos patos de goma como él (por eso tiene tantos sombreros que le han regalado).
Pero en el nuevo país no encuentra a sus papás y la gente no le quiere porque es diferente y quieren hacerle cambiar, pero él solo es un patito de goma. Así que decide volver al mar y seguir buscando.
Y llega al mar de Asturias  y se refugia en el bosque asustado. Allí un urogallo de acoge y le ayuda a encontrar a sus papás.
 Ahora patito es feliz en Asturias aunque también se acuerda mucho de su casa de antes, de sus amigos... pero desde aquí puede intentar ayudarlos y hacer que las bombas y la guerra se acabe contando su historia a los demás. 
Según nuestro alumnado ESTA HISTORIA NO TIENE FIN porque todavía hay barcas cruzando el mar cada día. Quizá patito nos ayude a ayudar aunque "sea pequeñito".

domingo, 17 de enero de 2016

Los de aquí y los de fuera

Soy profesor de la Escuela Pública y tengo alumnos muy diversos: chavales comprometidos, inocentes, solidarios, amables, cariñosos, soñadores, pero también algunos que empiezan a mostrarse prepotentes, egoístas, machistas, xenófobos… Junto a jóvenes que nunca han salido de sus pueblos o ciudades, procedentes de familias de las de aquí de toda la vida, conviven otros que en sus cortas existencias han cambiado de hogar o país varias veces o han sufrido en sus carnes diversos exilios. Es mi obligación mantener la armonía en unas aulas cada vez más heterogéneas y más castigadas por dramas como el desempleo, la marginación o la exclusión social. No es fácil abordar el tema de los refugiados o de la xenofobia en un ambiente tan polarizado, con unos miedos y prejuicios tan sólidos y profundos, reforzados en muchos casos por las propias familias, por los amigos, por los medios de comunicación. Tampoco es fácil abordar un tema que despierta en algunos chavales recuerdos dolorosos, experiencias propias o cercanas que no desean revivir. Sin embargo, creo que los docentes no debemos renunciar a ello, no podemos orillar ese drama humano de las migraciones que está viviendo nuestro planeta. Nosotros debemos dejar de lado también nuestros miedos y abordar con valentía una educación en valores respetuosa con los débiles, con los olvidados, con quienes sufren el desarraigo para sobrevivir en un mundo que los castiga injustamente y que solo les ofrece gratuitamente guerra y hambre, dolor y muerte.

Haciendo un gran ejercicio de empatía, puedo entender que esa dama atildada o aquel señor estirado, gente respetable de toda la vida, vean el drama de los refugiados con la prevención y desconfianza de quien teme perder su comodidad: para ellos, la pobreza se debe combatir desde la caridad, un acto controlado y reparador que exige cierta distancia. Quizá para ellos, abrir las puertas a miles de personas que piden dignidad no es caritativo, sino imprudente. Puedo entender esa actitud de quienes no han tenido que verse nunca en la incertidumbre de sobrevivir al mañana; entiendo que para unos pocos, la vida consiste en mantener privilegios heredados y no perder su estatus, sin pararse a pensar que otros nunca tuvieron nada, o que alguna vez lo disfrutaron y una guerra o un desastre se lo arrebató injustamente. Sin embargo, no podré entenderlo jamás en aquellos hijos y nietos del esfuerzo, de la lucha y del trabajo duro, personas de la calle, gente normal a la que nadie ha regalado nada, trabajadores que deberían entender lo que supone perderlo todo por los caprichos de un azar a menudo incontrolable, como una enfermedad o una guerra. Ante eso, la solidaridad es el arma más potente de quienes defienden la justicia social.

Por ello, como docente, entiendo que la única manera de tener un mundo mejor es educar a los jóvenes para que luchen por una sociedad en la que la caridad no sea necesaria; para que luchen por una sociedad en la que no exista ese concepto de "los de fuera”, una sociedad en la que todos seamos “los de aquí”. No es fácil, lo sé, pero mirar al futuro es una empresa que exige retos complejos, no reproches y lamentos. Tal vez no esté ya en nuestras manos arreglar lo que hemos estropeado, pero como educadores sí que podemos sembrar la ilusión y la esperanza en quienes algún día lo pueden reparar.

sábado, 16 de enero de 2016

La condición ‘humana’ no es una donación, se conquista…

Viñeta publicada por Charlie Hebdo.
Recientemente en las redes sociales se ha debatido con intensidad la aparición, en el semanario francés Charlie Hebdo, de una viñeta satírica sobre el comportamiento hipócrita de nuestra ‘productiva’ sociedad. Una comunidad 'avanzada' que, ante hechos tan dramáticos como la  muerte del niño sirio Aylan Kurdi, encuentra razones para actuaciones insolidarias. 

El caricaturista y director del citado semanario, Laurent Sourisseau Riss, confecciona su sátira presentando, de manera coligada, el dramatismo de la muerte de Aylan y los incidentes acontecidos la pasada Nochevieja en la ciudad de Colonia

La viñeta, en este caso, coloca 'delante de nuestros ojos’ una imagen, de las muchas que nuestro inconsciente colectivo fabrica y utiliza a modo de exculpación. Un retrato que nace de la ausencia de respuestas reales, comprometidas y sinceras desde la ciudadanía europea, las estructuras gubernamentales comunitarias, las burocracias de los Estados… al drama de los refugiados sirios.

Me temo que la condición de ‘humano’ no es una singularidad que nos viene 'donada' por nacimiento; es una visión, un compromiso y un comportamiento que se adquiere con esfuerzo y con mucha práctica. En el fomento de esta práctica los educadores, las familias, la sociedad y sus estructuras de representación y gestión tienen mucho más que hacer, que ‘escandalizarse’ por una viñeta satírica, con valor revulsivo, preferiríamos una manifestación indignada y las mejores muestras de solidaridad, en este caso, con los niños de Siria.

jueves, 14 de enero de 2016

Sin palabras

Hay dos conceptos que son muy importantes trabajar en el aula: la empatía y la compasión.
Es realmente difícil llegar a sentir lo que encierra el término griego EMPATÍA [empatheia: sentir dentro]: tener la cualidad de percibir el mundo interior de otro como si fuera el tuyo propio, sin olvidar ese como si fuera.

Dicen que la empatía guarda una relación positiva con un tipo de personalidad creativa. Estudios con adolescentes han concluido que para establecer relaciones de empatía es necesaria una estabilidad emocional.

Otro concepto de especial relevancia para la educación integral del alumnado en el contexto escolar es la COMPASIÓN (del latín tardío compassio). Más intensa que la empatía, la compasión es la percepción y comprensión del sufrimiento del otro, y el deseo de aliviar, reducir o eliminar por completo tal sufrimiento.

La inquietud por hacerles sentir estos dos conceptos me ha llevado a realizar tareas con mi alumnado para conseguirlo. Y es a través de uno de estos trabajos como  nos acercamos a la realidad de los niños sirios.


El día 11 de Enero comencé mi clase, como cada día, con una sesión  de Mindfulness. Pero esta vez dedicada a la empatía.


Trabajamos la empatía con mindfulness from María Camacho

Tras unos minutos de respiración consciente, hemos leído este texto fruto del recuerdo de las noticias de carácter humano que más me han impactado en estos últimos meses:

Mientras esperan la huida los niños, porque siguen siendo niños, ajenos a la tragedia que viven, juegan. No juegan en bonitos parques, usan montañas de escombros y la miseria de la guerra. Los terraplenes de derribos se convierten en improvisados toboganes.
Siria es un lugar hostil: la falta de dinero no permite comer diariamente, no hay acceso a las medicinas,…, pero los niños juegan.
Este es un éxodo de familias enteras.
Los padres no tienen nada que dar a sus hijos. Escapan del  horror de la guerra, la masacre,…Familias enteras que dejan sus hogares, sus amigos, sus recuerdos,…Parten sin nada, con las manos vacías que las mafias arañan…Llegan sin papeles, sin dinero, sin ropas,…Huyen hacia un mundo mejor, emprenden un camino de promesas. Pero al tocar suelo europeo,  las dificultades continúan, no se respetan los acuerdos de asilo y refugio firmados.
Da escalofríos conocer el número de personas de un lugar por los sándwiches  regalados, (“sabemos que 12.000 refugiados han llegado en los cuatro últimos meses, porque hemos regalados 12.000 sándwiches”, comenta una voluntaria en la isla de Lesbos”).

Junto a este texto, hemos proyectado dos imágenes procedentes de publicaciones de Twitter.

Los medios de comunicación, conocedores de la fuerza de las imágenes, nos lanzan fotografías que nos duelen, pero que ayudan a conocer esta dura realidad. Realidad que hace a la gente solidaria. Máxime cuando se llegan a conocer a los protagonistas de estas tristes historias.


A la izquierda un padre sirio se abraza llorando a sus hijos al tocar suelo griego. A la derecha la misma familia pasado unos días.


A la izquierda, el horror de la guerra (calaveras, muertos, sangre…). A la derecha, una familia llegando a su hogar. 

Hora de debatir y de sacar conclusiones.


En este Storify recogemos las voces de nuestros estudiantes de segundo de bachillerato (Rutas Turísticas por España y Andalucía) del IES Las Lagunas, Mijas.